La alta incidencia del cáncer de mama en los países occidentales y la frecuencia con la que aparece en mujeres jóvenes y de mediana edad lo han convertido en una cuestión que ha despertado un gran interés científico, viéndose impulsada así de una manera clave la investigación en este campo. A su vez, la investigación clínica está favoreciendo la detección y definición de ciertas enfermedades de mama benignas, y de esta forma se está ayudando a determinar su tratamiento y a valorar su posibilidad de evolución a un cáncer de mama. Los ensayos clínicos realizados en todo el mundo nos proporcionan una información muy valiosa sobre la detección precoz y el tratamiento del cáncer de mama mediante cirugía, radioterapia y terapias sistémicas, incluidos los tratamientos hormonales y la quimioterapia.
Por último, los rápidos avances en biología molecular y genética, aplicados al estudio de tejidos normales y cancerígenos, nos están proporcionando nuevos y más específicos métodos para identificar el riesgo que puede tener una mujer de padecer cáncer de mama, y de esta forma poder prevenir o, por lo menos, detectar precozmente la enfermedad, o incluso, si esto no fuera posible, tratarla con la menor toxicidad posible empleando tratamientos “dirigidos”. Con toda probabilidad, los avances científicos seguirán reflejándose en la práctica clínica, por lo que un médico que quiera proporcionar la mejor atención a sus pacientes debe estar al corriente de estos progresos.